
Desafíos del relevo generacional y los jóvenes rurales como agentes de cambio
La intervención de L. Sigifredo Ciro, investigador PhD en comisión, en el podcast nos pone frente a una realidad crucial que constituye un síntoma de crisis estructural en las zonas rurales del continente americano. Él señala que “aproximadamente el 50 % de la población que está dedicada a la producción de commodities [productos agrícolas básicos] tiene más de 50 años, el máximo de participación de los jóvenes es del 18 %”. Esa desproporción demográfica, de acuerdo con sus afirmaciones, se remarca en contextos productivos rurales con formas de agricultura tradicional y baja tecnificación, cuya dinámica anticipa una erosión del tejido social y productivo en el campo.
El dato que señala Sigifredo encuentra eco en múltiples estudios regionales. En América Latina y el Caribe, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe – CEPAL (1998) desde el inicio del milenio advertía que “la juventud actual es clave para cualquier estrategia de desarrollo rural con una visión de mediano y largo plazo”, aseverando, además, que los programas rurales contaban con cuerpos de conocimiento teórico y práctico limitados en este aspecto.
Además, en el informe “Situación de las juventudes rurales en América Latina y el Caribe”, la CEPAL resalta que los jóvenes rurales enfrentan peores indicadores educativos y laborales comparados con sus pares urbanos: “los jóvenes rurales se insertan más temprano que sus pares urbanos en el mercado de trabajo y lo hacen en una mayor proporción en trabajos de baja productividad, con menores ingresos y menor cobertura de seguridad social’’.
Otras discusiones como las propuestas por Dirven, 2016; Faiguenbaum, et.al., 2017 y citadas en el documento Inserción laboral de los jóvenes rurales en América Latina del RIMISP (2017), ahondan en que “la poca renovación generacional en la agricultura se debe, por una parte, al escaso interés de los jóvenes por dedicarse a las tareas de la producción agropecuarias, pero también debido que los agricultores mayores poseen poco interés, falta de incentivos, ingresos insuficientes y/o falta o bajas jubilaciones para dejar su explotación en manos de la siguiente generación”. Incluso, autores como Rodríguez-Espinosa (2022) sostienen que ciertos modelos de desarrollo rural han profundizado en la migración juvenil y han debilitado el relevo en zonas rurales al favorecer la agricultura comercial moderna en detrimento de la pequeña escala.
[los jóvenes] ‘‘se enfrentarán a una amplia gama de retos, entre ellos el aumento de la producción de alimentos para una población en crecimiento, la sustitución de una mano de obra envejecida y la adaptación a los efectos de la crisis climática, la escasez de agua y la urbanización’’ FAO (2025)
La FAO ha venido subrayando que los jóvenes rurales pueden actuar como agentes de cambio, siempre y cuando se les habiliten condiciones mínimas y se visibilice su papel estratégico. En su informe The Status of Youth in Agrifood Systems (2025) se señala que los jóvenes son “clave para reemplazar una fuerza laboral envejecida, adaptarse a cambios climáticos y aumentar la productividad en sistemas agroalimentarios”. Este documento también especifica que 44 % de la juventud trabajadora depende de sistemas agroalimentarios, cifra que supera el 38 % de los adultos. Así mismo, identifica que los jóvenes rurales se enfrentan a retos en el acceso limitado a educación pertinente, crédito, tierras, tecnologías, información y participación en políticas públicas.
La conversación con Sigifredo es un llamado a reconfigurar cómo pensamos la ruralidad y cuáles caminos posibles tenemos para el futuro de la agricultura. La mayor parte de la población productiva en el sector agrícola tiene más de 50 años y los jóvenes apenas representan una proporción pequeña. Estamos ante una encrucijada productiva, con riesgos en los niveles social, económico y cultural.
Para que la juventud rural pueda incorporarse a estas actividades, es imprescindible que participe activamente en la construcción de conocimiento, que se reconozca como agente de innovación y transformación territorial, al mismo tiempo, que se garantice su acceso a servicios básicos. Quizá, de esta manera, abrir rutas para que las nuevas generaciones rurales no renuncien a sus tierras, sino que las reinventen.