
Cadenas de suministro resilientes y el futuro de la caficultura
En nuestra conversación con Juan Carlos Mora, investigador junior del CRECE, conversamos sobre el estado de la cadena de suministro del café. En este episodio del podcast de la lectura del entorno, analizamos con mayor claridad los retos estructurales que enfrenta la caficultura, las innovaciones que han permitido sostenerla y las oportunidades que se abren hacia el futuro.
Mora inicia señalando que los riesgos de la cadena del café parecen ser “los habituales”, pero advierte que su impacto se ha intensificado y que afecta de manera más intensa a los productores pequeños y medianos. Entre estos riesgos, “el clima por ejemplo es cada vez más impredecible”, un escenario donde pueden alternarse temporadas de lluvias intensas, que favorecen la aparición de enfermedades, con sequías prolongadas que ponen en riesgo la floración y la producción. De acuerdo con el estudio Prosperidad para los productores de café a través de planes cafetaleros basados en los ODS que contó con participación del CRECE, también se atribuye un deterioro en la calidad de los granos de café a las condiciones climáticas adversas durante el desarrollo de las semillas. Esto, porque las variaciones de temperatura pueden afectar los perfiles de sabor del café y a su vez influir en el desarrollo de sabores complejos, ya que las temperaturas altas o bajas aceleran o retardan la maduración de las cerezas del café.
A este riesgo climático se suma un entorno económico marcado por la volatilidad de los precios del café. Esto ha sido además identificado de manera transversal en el análisis de tendencias de la lectura del entorno 2025. Mora enfatiza en que el precio internacional del café fluctúa constantemente debido a decisiones globales de oferta y demanda, fenómenos en países productores como Brasil o Vietnam y tensiones geopolíticas inesperadas, como los aranceles anunciados por Estados Unidos hace unos meses. Para él “esa volatilidad en los precios es un riesgo constante para los productores”. A ello se agregan los aumentos sostenidos en los costos de producción, como insumos, transporte y mano de obra.
La logística es, además, un tercer frente de riesgo que impacta directamente la capacidad de los productores para comercializar. De acuerdo con datos del DNP (2023), las vías terciarias que equivalen al 69% de los 205.745 kilómetros de carreteras en Colombia y que son fundamentales para conectar las fincas con los centros de acopio, no están en buen estado. Se estima que cerca del 80% de ellas se encuentra en condiciones regulares o malas. A esta situación se suma la creciente inseguridad en regiones cafeteras, que en algunas investigaciones ha llegado a impedir la recolección de información en campo.
Acciones que aportan a la resiliencia
A pesar de este panorama, Mora destaca que la institucionalidad cafetera ha desarrollado estrategias clave para fortalecer la resiliencia del sector. Una de las más significativas ha sido la diferenciación comercial orientada hacia cafés especiales, de origen y con certificaciones de sostenibilidad. Estas estrategias, según él, han permitido “generar valor agregado que le ha llevado al mejoramiento de los ingresos de los productores de café”, posicionando a Colombia como un referente en sostenibilidad.
La ciencia también ha jugado un papel decisivo. Instituciones como CENICAFÉ han desarrollado mejores prácticas y variedades resistentes a la roya que ayudan a mitigar los efectos negativos de plagas y el cambio climático. Esta investigación continua se convierte en un amortiguador ante la variabilidad del entorno. A su vez, la infraestructura, aunque insuficiente, ha recibido impulsos importantes desde alianzas entre entidades como los Comités de Cafeteros y las gobernaciones. Una placa huella, por ejemplo, puede ser la diferencia entre el aislamiento y la posibilidad real de comercializar, citando una frase que escuchó durante su experiencia en la Gobernación, Mora subraya “las vías acercan a las personas a sus derechos”.
Este tipo de articulación interinstitucional es, en últimas, el núcleo de una cadena resiliente. Afirma que, si productores, cooperativas, instituciones y sector privado trabajaran por separado, la cadena del café “estaría en muy malas condiciones”. Cada actor cumple un rol que sostiene al resto: los productores como razón de ser del sistema, las cooperativas como organizadoras y proveedoras de servicios, las instituciones como generadoras de condiciones habilitantes y el sector privado como dinamizador económico. En su opinión, Caldas representa un ejemplo exitoso de cómo la coordinación puede dar cuenta de estos resultados.
Pensando en posibilidades de mejorar la resiliencia, Mora propone tres líneas de acción. La primera consiste en mejorar la disponibilidad y calidad de la información ambiental. Señala que un estudio integral de riesgo climático municipal data del 2017, lo cual impide tomar decisiones adecuadas en un contexto que cambia cada vez más rápido. “Para tomar mejores decisiones, se necesita información más oportuna y detallada”, insiste.
La segunda línea está relacionada con la infraestructura rural. Aunque existen esfuerzos valiosos, como las placas huella, el país enfrenta un rezago estructural en vías secundarias y terciarias.
Finalmente, la tercera línea tiene que ver con la diversificación de mercados internacionales. Aunque el café colombiano ya llega a múltiples destinos, explorar mercados emergentes y nuevas oportunidades comerciales puede ampliar la resiliencia y proteger al sector frente a futuras crisis globales.
Con esto, desde la lectura del entorno se reafirma cómo la ciencia, la innovación social, la infraestructura y la articulación entre actores es clave para las adaptaciones y transiciones que son necesarias para pensar en cadenas de suministro más resilientes. Especialmente en una cadena como la cafetera, que es símbolo cultural, motor económico y sustento de miles de familias en el país.